Hoy recordé el día que perdí mi dignidad en la oficina.
No es nada trascendental, fue más bien una práctica que jamás pensé me tocará vivir: Ser el RESCATISTA del piso.
Si, eso el rescatista, todo empezó por una confusa situación, quien gustaba de esos oficios no se encontraba y cada dirección debía enviar un delegado. Al no haber nadie más mi obligación fraternal porque nuestro pequeño mundo feliz se conserve, me impulso a tomar las banderas, así que con la mirada en alta baje a la reunión del equipo.