20 de julio de 2013

Una nueva experiencia



Y bien, siempre hay primeros nuevos pasos en la vida, y pienso que en una muy buena proporción la vida es eso: una secuencia de partes y de pasos que se unen en un conglomerado imperfecto. Es un espacio sin fin en donde colocas cosas y situaciones milimétricas, es un punto en un universo, pero al mismo tiempo es como la primavera o el otoño, es todo cuanto tenemos y se puede contar como amor, o paz, o tranquilidad, incluso los momentos más tormentosos nos generan esa  idea de constructores de vida.


En total la vida aunque molesta cuando no lleva el antifaz es un regalo maravilloso, siendo apenas surtidores de penas y alegrías somos artistas en eso que nos encomendaron en vivir.


Esos pasos entonces nos llevan a pensar en la independencia como una opción, y es curioso pasar varios años convencidos que la meta es comprar y vender y tener y convencernos de nuestra propia autosuficiencia, pues bien siendo objetos milimétricos en el universo, yo con mi complejidad, ni por gusto o disgusto, sino como siguiendo algunas ordenes que me parecen lógicas termine viviendo esa incipiente idea de  independencia.



Todavía cantamos, dice Silvio, eso es lo increíble seguimos esperando que las cosas mejoren, que nos muestren la esperanza, que nos abran la puerta o por lo menos la ventana y colarnos por allí con las maletas de nuestros sueños, nuestras metas, nuestros amores y desamores y estamos frente a eso que llamamos camino con la nostalgia viva pero la sonrisa levantando la frente.


Este curioso proceso de crecer suele traernos más lágrimas de las imaginadas y con las arrugas y las canas nos llegan la melancolía del pasado, la indescriptible añoranza del futuro, y seguimos cantando, todavía soñamos. 


Uno se gasta la vida para poder sentir que ha llegado a la cima solo, y no necesita más reconocimiento que el propio, de modo que aunque acompañados estamos solos y alardeamos del altruismo de la cobardía, de la valentía del espíritu humano. Yo creí que nada respondía pero las heridas que no se cierran y palpitan una y otra  vez en nuevas caras y nuevas manos, recuerdan con cinismo y simplicidad la vida es solo eso: unos pasos. 


Así que aunque todo huya con voces de reproche, pero la sangre siga fluyendo seguiremos cantando y soñando y riendo y mirando la cima como si nada más existiera.


Ahora vivo en una comedia americana de las que tanto me gusta y los quiebres graciosos de la personalidad se acentúan, resulte ser la sensible llorona adicta al piso impecable, temerosa de los animales, del frio y del calor, pero la  de las risas hasta la  media noche quizá porque como muchos en el silencio se encuentra con los reproches de todo lo que no ha  podido hacer. 


Tengo inmensa gratitud con Dios y la vida, por las segundas oportunidades para conocer y crear nuevos conceptos, no hay nada más tonto que quedarnos con un prejuicio sobre algo o sobre alguien. Extraño con solo unos días muchas cosas de las maravillosas y convulsionadas ciudades en las que he estado, extraño las luces y la decadencia de la urbe que se derrite en su propia polución y su incapacidad para construir ciudadanos que valgan un poco más la pena. Pero lo impactante de estas tierras, el patriotismo y la nueva vida a solo unos kilómetros de la vieja dejan el pecho inflamado de algo que pensé se había muerto hace tiempo: la esperanza. Esperanza de ver nuevas lunas y esperanza de mantener la ilusión y el corazón en cosas tan altas que ya nada (ni la muerte) pueda hacer daño y destruirlo todo, incluso cuando ya no había nada.


Los gritos de esos pasos que llamamos vida nunca se callan, solo retienen los cansancios y los deseos y nos muestran una senda que trae flores, miradas, desprecios y alegrías. Estábamos esperando que pasara algo que cambiaran las cosas, ahora ha pasado, con tus alas y mis visiones borrosas, solo estamos viviendo un capítulo más.

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