Y bien, siempre hay primeros
nuevos pasos en la vida, y pienso que en una muy buena proporción la vida es
eso: una secuencia de partes y de pasos que se unen en un conglomerado
imperfecto. Es un espacio sin fin en donde colocas cosas y situaciones milimétricas,
es un punto en un universo, pero al mismo tiempo es como la primavera o el
otoño, es todo cuanto tenemos y se puede contar como amor, o paz, o
tranquilidad, incluso los momentos más tormentosos nos generan esa idea de constructores de vida.
En total la vida aunque molesta
cuando no lleva el antifaz es un regalo maravilloso, siendo apenas surtidores
de penas y alegrías somos artistas en eso que nos encomendaron en vivir.
Esos pasos entonces nos llevan a
pensar en la independencia como una opción, y es curioso pasar varios años convencidos
que la meta es comprar y vender y tener y convencernos de nuestra propia
autosuficiencia, pues bien siendo objetos milimétricos en el universo, yo con mi
complejidad, ni por gusto o disgusto, sino como siguiendo algunas ordenes que
me parecen lógicas termine viviendo esa incipiente idea de independencia.
Todavía cantamos, dice Silvio,
eso es lo increíble seguimos esperando que las cosas mejoren, que nos muestren
la esperanza, que nos abran la puerta o por lo menos la ventana y colarnos por
allí con las maletas de nuestros sueños, nuestras metas, nuestros amores y
desamores y estamos frente a eso que llamamos camino con la nostalgia viva pero
la sonrisa levantando la frente.
Este curioso proceso de crecer
suele traernos más lágrimas de las imaginadas y con las arrugas y las canas nos
llegan la melancolía del pasado, la indescriptible añoranza del futuro, y seguimos
cantando, todavía soñamos.
Uno se gasta la vida para poder
sentir que ha llegado a la cima solo, y no necesita más reconocimiento que el
propio, de modo que aunque acompañados estamos solos y alardeamos del altruismo
de la cobardía, de la valentía del espíritu humano. Yo creí que nada respondía
pero las heridas que no se cierran y palpitan una y otra vez en nuevas caras y nuevas manos, recuerdan
con cinismo y simplicidad la vida es solo eso: unos pasos.
Así que aunque todo huya con
voces de reproche, pero la sangre siga fluyendo seguiremos cantando y soñando y
riendo y mirando la cima como si nada más existiera.
Ahora vivo en una comedia
americana de las que tanto me gusta y los quiebres graciosos de la personalidad
se acentúan, resulte ser la sensible llorona adicta al piso impecable, temerosa
de los animales, del frio y del calor, pero la
de las risas hasta la media noche
quizá porque como muchos en el silencio se encuentra con los reproches de todo
lo que no ha podido hacer.
Tengo inmensa gratitud con Dios y
la vida, por las segundas oportunidades para conocer y crear nuevos conceptos,
no hay nada más tonto que quedarnos con un prejuicio sobre algo o sobre
alguien. Extraño con solo unos días muchas cosas de las maravillosas y
convulsionadas ciudades en las que he estado, extraño las luces y la decadencia
de la urbe que se derrite en su propia polución y su incapacidad para construir
ciudadanos que valgan un poco más la pena. Pero lo impactante de estas tierras,
el patriotismo y la nueva vida a solo unos kilómetros de la vieja dejan el
pecho inflamado de algo que pensé se había muerto hace tiempo: la esperanza. Esperanza
de ver nuevas lunas y esperanza de mantener la ilusión y el corazón en cosas
tan altas que ya nada (ni la muerte) pueda hacer daño y destruirlo todo,
incluso cuando ya no había nada.
Los gritos de esos pasos que
llamamos vida nunca se callan, solo retienen los cansancios y los deseos y nos
muestran una senda que trae flores, miradas, desprecios y alegrías. Estábamos
esperando que pasara algo que cambiaran las cosas, ahora ha pasado, con tus
alas y mis visiones borrosas, solo estamos viviendo un capítulo más.
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