Si algo he sabido durante todos estos años, es que las noches en las que el sueño y la ilusión mezclados con la impredecible zozobra del destino, que manejados de forma completamente irónica, se burlan en la cara del pobre que inconsciente deposita sus ilusiones en un segundo, en un minuto, en un instante en el que la desesperación se suma a la estupidez… en esas noches, justo en esas y no en otras noches, la musa inspiradora se vuelve un asesino confeso, transformado por la dureza de los golpes contra el suelo.
Una interminable cadena de sucesos horrendos, de golpes contra el suelo y contra el calendario, contra los días, los minutos y las horas, un golpe de la frágil ilusión que se desvanece entre los dedos del prestidigitador que examina con cuidado, con sumo y especial cuidado el siguiente paso de su trágico acto. Esta comedia ridícula en la que se ha convertido la vida, a cada momento me da asco.
Aborrezco sobremanera esta manera de ver entrar por la puerta grande con su mueca de ironía estampada en la frente al demonio maligno que persigue mi mala suerte. Y el demonio no es esta tristeza que carcome cada uno de los intersticios de mi alma y de mi corazón. Es esta inútil persistencia. Creo que es el peor de los demonios la persistencia que una y otra y otra vez me persigue y cada vez es más cruel, cada vez es más dura, cada vez es más intransigente.
En noches como estas, me doy cuenta que aunque creara otro universo, todo seria por completo inútil, porque si te tuviera frente a mi seguirías estando del todo ausente. En noches como estas, cuando casi podría escuchar tu respiración si tan solo apagara el televisor, en el que pienso que haces detrás del muro que nos separa, y sé que no vas a hacer nada y quizás yo tampoco, en noches como estas, enfrento la pena de llevar una marca indeleble en el espíritu inagotable de la lucha de mi ya cansado corazón, me enfrento al duende que hace un infierno de mi sentimiento y se sienta en la cama a reírse de mi desdicha pero más de mi mortal persistencia que perfora cada vez más fuerte mi razón.
Pero las madrugadas reveladoras de las noches como estas me muestran que tu resistencia y mi persistencia son dos bailarines que conocen a la perfección el compás de su pieza infinita que danza en la línea de fuego del tiempo. Estas madrugadas vuelven a llenar mi soledad de ti y el todo el tiempo que he estado soñándote se vuelve frágil como las flores rendidas ante el rocío de la mañana.
Esta madrugada me entere que me esperabas, y este corazón guerrero y fuerte, late con menos vida, se alimenta de nuevo de esa persistencia que llena la ilusión y el vicio de esta rutina macabra continúa lista para la siguiente función.
Con los ojos llenos de nada, esperare otra noche como esta para ver como se quiebra de nuevo el cielo y se lleva nuestro tiempo a ninguna parte. Seguiré en esta absurda agonía hasta que alguno de los dos atraviese el muro que divide tu espacio y el mío y por fin podamos morir en paz.
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