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| El baile. Van Gogh |
La carta que alguien escribió un día que reflexionó sobre lo que había alcanzado en su vida:
Le conocí en un momento en el que se miraba al espejo y conservando su sombrero sujeto a su humanidad reía con amargo llanto por los años que habían pasado y ninguno le había dejado lo que en realidad había deseado, me pidió que contara su advertencia, sin oponerme no por falta de convicción, sino por exceso de compasión, cuento su advertencia y comparto que de mi observación note que aún sus pies siguen sujetos al asfalto.
Esto fue lo que lei:
Estoy cansándome de mis lecciones de urbanidad.
En esta ocasión mi voz de protesta es contra esas, en mala hora, bien concebidas lecciones de urbanidad y manuales de buenas costumbres. Me declaro en absoluto cansancio de la cortesía, sobretodo esa cortesía que tiene efecto bumerán.
La cortesía con efecto bumerán, es esa que se lanza con solo sonrisas, buenas palabras, atenciones y claro, una dosis infalible de inmaculada imagen, voluntad inquebrantable y una eterna disposición a lamber el piso sin ninguna condición.
Y por supuesto se devuelve mostrando la otra cara, la del desprecio, la de la hipocresía, la de las sanciones puestas y autoimpuestas que dejan al postor de la cortesía, con cortaditas tan finas, hechas como por papeles, miles de ellas imperceptibles a los ojos humanos, pero dolorosas y hasta la muerte.
Y el que es cortés en unas, es cortés en todas, entonces la escena se repite una y otra y otra y otra vez, un deja vú perverso que solo deja la gratitud del viento que se va y no se sabe cuando regresa y las manos vacías, solo con un poco de fuerzas para volver a llenarse.
Desde hoy digo que si a parte de mis animales y amigos imaginarios, alguien en algún momento de la vida depende de mí no recibirá, lecciones y manuales de buenos comportamientos…. A verrr!!!! Creo que no somos más que simples seres humanos, de cuando acá la necesidad de las reverencias y las humillaciones.
Me estoy cansando de llenar el ego de los demás con mis humillaciones, no es un lamento y menos un lamento boliviano, es una advertencia, que tanto va el cántaro al agua hasta que lo quiebra y aunque mis adiestradores hicieron muy bien el papel y llenaron de impecable cortesía mis compartimientos, como dice Bunbury, no hay mal que dure más que yo, y ya no sé muy bien cuál es el canto y el baile que conviene.
Solo replico lo que leí, pero añado, que no somos iguales, de mi parte soy un canalla que aspira volar, volar tan alto y tan lejos que ni las sanciones, ni la cortesía me puedan tocar.
Buen día

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